Desde niño he tirado por ciencias (dejando de lado las letras) lo que me ha convertido en un muy mal comentador de libros. De todas maneras voy a intentarlo, a mi modo, y que me perdonen los puristas.
Antes de irnos a Burundi, hablando con Jesús y Daniel (de TEDECO) no recuerdo como salió el tema de literatura sobre Burundi y África en general. Enseguida me recomendaron una serie de libros que ya han pasado por sus manos, coincidiendo ambos en que el fundamental era Ébano de un tal Ryszard Kapuscinski. Tal era su interés en que me leyera este libro que, decidido a hacer las cosas bien, les pregunte: «¿Pero es un libro para antes, durante o después?», a lo que contestaron prácticamente al unisono «Antes, durante y después».
Al final resulto que mi padre lo tenía por casa de una colección de libros de viajes de un periódico. Y lo leí.
Desde el primer momento me engancho la forma de escribir tan cercana que tiene Kapuscinski, lo que hace que te metas prácticamente en su piel según va avanzando el libro. La forma de contar las cosas, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, dejándose sorprender por un continente especial, dotado de las más grandes maravillas y puteado por la humanidad.
El libro cuenta algunas de sus andanzas como reportero en distintos países de África, en una época muy concreta, que es cuando las antiguas colonias acaban de conseguir su independencia (o están en ello). Pero como dice él mismo:
«éste no es un libro sobre África, sino sobre algunas personas de allí, sobre mis encuentros con ellas y el tiempo que pasamos juntos»
Y es en ese punto donde creo que radica la universalidad de este libro, en que retrata de una manera increíblemente humana y cercana los encuentros que tiene con esas personas de allí. Encuentros que, tras mi experiencia por Burundi, se repiten, en cierto modo, en cada esquina.
Es un libro que recomiendo a cualquier persona interesada de verdad en África y, sobre todo, a cualquiera que vaya a viajar allí.
Amahoro!